LAS TIJERAS
Yo de pequeño,
no tuve la suerte que tienen los niños de hoy. El tener mis propias tijeras.
Cogía las de mi madre cuando ella se daba la vuelta o tenía que salir a abrir la puerta de la casa. Como
en esto de cortar he sido siempre algo bruto me decía:”Ten cuidado no me las
“embotes”.
¡Qué bonita
palabra! Desafilar, mellar, despuntar. Hacer romos filos y puntas de las armas”
A mí me
encantaban las tijeras de mi madre, alguna vez se las quise afilar con una
piedra muy delicada que había cogido en el río. Pero me decía: ¡No se te ocurra,
eh! Y me fastidiaba porque para mí, las tijeras deberían de servir para todo,
de destornillador, de martillito, de sacapuntas y por tanto limitaba mis
quehaceres.
Las tijeras eran
un instrumento mágico, tan mágico que mi abuela me decía: “las tijeras nunca se
deben dejar abiertas. Pero…¿Por qué, abuela? Porque dan mala suerte? ¿Y qué, es
eso de la suerte, si yo no juego a la lotería…” Y se reía, ya lo entenderás,
dan mala suerte. Por ejemplo: te echas una novia y tienes encima de la mesa las tijeras abiertas, no te
va a salir buena. ¿Tú, te crees que yo me voy a echar ahora una novia ? Y otra
vez la risa.¡Qué pena no haber tenido por aquel entones, bueno y ahora, la
facilidad de saber escribir un relato que llevara por nombre “ El niño que
no tenía tijeras”.
De pronto, recortando
un artículo del periódico, me di un pequeño corté.
¡Lo viste..!,
por dejar las tijeras abiertas.
¡Mutis! Lo
tendré en cuenta cuando siga cortando el papel, porque ahora me van a poner un
poquito de algodón con alcohol y eso me da mucha rabia. Como las tijeras
estaban un poquito oxidadas, un poquito sólo, me dice mi padre: ¡Por poco te
salvas de ponerte la antitetánica.
¡Qué rabia
cuando empiece a ganar dinero me compraré mis propias tijeras! Cortaré lo que
quiera y procuraré que siempre estén limpias para no tener que ponerme esa inyeccioncita que dicen que duele los
suyo.
DELICADÍSIMA ODA A MIS
TIJERAS
No te cortes cuando
cortes
Ambiciona
y corta mucho
Tú tienes mejores portes
Que el tontorrón del
serrucho.
Eres
tan noble y sencilla
Que te admira la palanca
No esa que es de Salamanca
Que lo que no
corta o pilla
Con
seguridad lo arranca
O
bien lo tritura o trilla.
Eres
sí, de Salamanca
Y estarás siempre cerrada:
“Académica palanca”.
Y
por gracia, eternizada.
Al filo de tus
posturas
Y cuchillitas de aceros
Con rectitud tú procuras
Ser fiel a
dos agujeros
Que
guían tus aperturas.
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