PENSAMIENTOS
Reflexiones en una simple parcelita de un jardín
Notarás que es claramente el jefe, el dictador de turno. Tiene dos fieles ayudantes un poquito más abajo a la izquierda. ¡Pobrecitos si intentan separarse y sacar en un instante la cabeza fuera! Dejarán de ser sus más fieles y caerán en el abismo amarillo y despersonalizado de todos los demás. Hay quien intenta asomar un poquito la cabeza, especialmente arriba y abajo, en los extremos de la parte derecha. Pero el jefe no permite que nadie le haga sombra. Para ser jefe hay que estar en el centro y solo, sin que nadie le estorbe. Y ¿ves? Todo es suyo, todo está en su poder. ¿Qué más da como se llame? Gadafis hay muchos, en cada comunidad, en cada barrio, en cada sociedad, en cualquier reunión donde estuvieres. Son los dictadores de la propiedad, de la grandeza, de la comodidad. ¿Qué sería de este jardín si desapareciera el gran jefe amarillo? El que todo lo tiene y todo lo dispone no lo puede comprender porque todo es suyo por mandato divino. ¿Cómo acabar con los dictadores? Esa es la gran pregunta que desde la época ateniense vienen haciéndose los hombres. ¡Qué bonito estaría…!- intenta decir la florecilla amarilla de abajo del cuadro de la derecha. ¡Qué bonito estaría si todos (los pensamientos) tuvieran ojos, nariz y bigote como el gran jefe! Y si no todos una gran mayoría.
Mientras tanto hoy los egipcios, los tunecinos, la sociedad de los Bartolos, o el grupo de amigos de los Pepes buscan la forma de acabar con los indispensables, los salvapatrias, salvasociedades, los acaparadores de todo…
Quizás esa debilidad (enfermedad) de ciertos seres humanos está en su propia genética.
Y hoy por hoy, ni las escuelas, ni los sicólogos han encontrado la forma de “arreglar” esa terrible desviación humana que es la ambición; ni aunque los tres mosqueteros proclamaran su famosa consigna: “Todos para uno. Y uno para todos.” Nada ha cambiado.
Porque todo, todo, todo, ( lo mejor) sigue siendo - dice el jefe- para “uno”. Es decir, para él.