martes, 3 de abril de 2012

R O N D A

R
  O
    N
      D
        A
 Ronda es una de esas ciudades que el nombre le viene al pelo y agrada” rondar y rondar” por sus magníficos y atrevidos alrededores, aunque sean ásperos y pelados propios de su peculiar naturaleza, ¡Y lo que te “rondaré morena”!
 Hondonadas, sierra, altura.
 Imponentes peñascales
Y la villa su cultura
Andaluza y a raudales.
Te está rondando rondeña
Un bandolero serrano
Que lleva por santo y seña
“Socorrer” y “echá” una mano.
Desde arriba, desde el magnífico mirador que es el puente, que aúna el tajo y que separa el pueblo, verás la luz del sol que juega a colarse por el amplio resquicio de sus bocas y se refleja en la obscuridad de su profunda sombra. Esta es una clásica estampa de sus atardeceres. Abajo el agua, lenta y perezosa acaricia a su paso la dureza de las rocas. Quisiera limpiar sus impurezas y filtrarse para salir pura, pero el duro granito aquí no se lo permite.
El puente, a modo de paréntesis, separa las dos principales zonas de su característico poblado. La del anterior edificio del ayuntamiento, hoy parador; con su antigua plaza de toros (espejo de su fiel toreo rondeño, representado en la singular figura de Antonio Ordoñez).
Y junto a la plaza la Alameda del Tajo, el parque mirador jardín, donde la vista se recrea buscando pequeños detalles de la profundidad del valle. Si vas por su centro comercial, la ciudad te ofrece numerosas tiendas de recuerdos, modernas boutiques, cafeterías, típicos bares, comercios a la vieja usanza, buenas confiterías y todo tipo de establecimientos para el servicio y necesidades de su población. Pero es al turismo a quien se le presenta la mayor variedad de recuerdos.
Pasas el puente, no sin volver a mirar la profundidad del tajo, y comienza a la derecha a abrirse la otra parte que anteriormente hacíamos mención con un amplio vericueto de calles y plazuelas con distintivo eminentemente andaluz. La sorpresa, con iglesias ( de Santa María, de Padre Jesús, del Espíritu Santo,…) y antiguos edificios, surge a cada momento, en cada esquina.
Sigues bajando su calle y luego, seguro, que no te pesará volver a subir su empinada cuesta porque a cada instante detendrás tu paso, ventanales y enrejados que contrastan con la blancura de las fachadas; pequeños torreones con aspecto mozárabe, tejadillos, vírgenes sobre los dinteles de sus puertas, balconajes de madera o de hierro sobre pisos de baldosas y de arcilla rojiza, casas convertidas en museos.
Y más iglesias y torreones entre el blanco, ocre , rojizo y color teja que te van ofreciendo las fachadas de tan singulares casas. Luego cuando te alejas de la ciudad de vuelta a la sierra gaditana, irás dejando lentamente en un continuo bajar de curvas a la monumental ciudad en su altozano. Podrás acercarte a Ronda la Vieja, antiguo asentamiento de la ciudad en el que hay un yacimiento de la época de los fenicios y volverás a la carretera Jerez-Sevilla.
Ronda bien merece detenerse un día entero y volver que la villa tiene muchos rincones, sabor andaluz y emocionantes sorpresas para vencer al vértigo.
Por la sierra de las Nieves / ya no bajan bandoleros
Lleva agua y botas fuertes / si es que coges sus senderos.

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