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Si su existencia se debe a una mancha, ocasionada por unos recortes de papel. Su decisión de saltar de tal mancha, en este personaje de Saltarín, es por una noble causa, recuperar palabras perdidas que deben volver a dar luz al oscuro mundo del alunizaje escolar de nuestros días.
PALABRAS
PERDIDAS
-¿Alguien
sabe que fue de la palabra RATIO, que tanto se empleaba en la década de los
setenta?-
¿Se
la llevaría por delante aquella gigantona llamada Logse, cuyas letras me niego
a descifrar?
O
quizás fue Loe, el dragón de las tres letras, quien le arrebataría la “g” de “gratio”
como en un principio se quiso presentar?
Si
quedó huérfana de la letra “g”,
ambulando por despachos de ministerios y comunidades autónomas. ¿Alguien sabe –“por
fa”- dónde habrá ido?
En
un principio se dijo que la llamada clase de apoyo –una especie de carta particular
de plato del día-, iba a sustituirla con la misma eficacia.
Pero
han pasado unos años y la tal clase se
ha quedado también sin la letra “a”, cuando alguien falta, el horario se desajusta, o el niño se queda en casa enfermo.
¿Qué
ha sucedido, pregunto? Que nos hemos quedado únicamente con el “poyo”, de
sentarse, pero vacío.
Si
alguien sabe dónde ha ido la palabra RATIO aunque sea sin la letra “g” debería comunicárnoslo, al menos
a todos lo interesados.
Seguro
que tiendas como el Corte Inglés o los
Carrefours correspondientes de zona le regalarían un buen iPhone. Los alumnos
tendrían muchas más ventajas que no es preciso repetir a quien no quiere
escuchar. Y podríamos recuperar. A la palabra. Porque las chapuzas escolares
con su correspondientes módulos de 41 minuto de clase ya no hay quien los
detenga.
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