SALAMANCA DE LOS SESENTA- / / -
HUBO UN TIEMPO SE DECÍA…
Hubo un tiempo, por los años sesenta, se
hablaba menos de los hechos pasados “que si el Padre Putas o de las mujeres que
pasaban para la otra parte del río”. Eran conversaciones de mayores.
Sin embargo los estudiantes que vivíamos
la ciudad disfrutábamos momentos de los que hoy se habla muy poco, no siendo en
conversaciones privadas, propias de encuentros
de amigos.
EL CURA DE SAN JUAN DE SAHAGÚN:
Era
Don Santos, un hombre con el pelo blanco, delgaducho y muy serio. A veces pensábamos que era “el
encargado de Dios en la tierra” y por eso no podía ni debía sonreír.
¿Qué sucedía cuando nos íbamos a confesar con él?
Que cada pecado que le decías, capón que te arreaba. De modo que los acompañantes
que te veían cerquita, te los contaban.
Y así después, Inocencio decía: “a ti te ha dado seis capones”, más que a mí. Y
las discusiones surgían después de la confesión por el número de ellos.
Don Santos tenía una muletilla muy famosa que era: “eso es”. En el sermón podía repetirla por lo menos treinta veces. Y surgía de nuevo la discusión. Yo le decía a Vidal que le había contado treinta veces “eso es” y él me contestaba que treinta y seis. Amable, otro compañero, era más calladito y sonreía y no se atrevía a decir las veces que había contado "treinta “eso es”.
Don Santos tenía una muletilla muy famosa que era: “eso es”. En el sermón podía repetirla por lo menos treinta veces. Y surgía de nuevo la discusión. Yo le decía a Vidal que le había contado treinta veces “eso es” y él me contestaba que treinta y seis. Amable, otro compañero, era más calladito y sonreía y no se atrevía a decir las veces que había contado "treinta “eso es”.
Pero don Santos era mucho don Santos y
el día que pilló un gato dentro de la iglesia que había entrado detrás de una señora,
vestida de luto y con bastón, al vernos
sonreír nos lanzó doce “babosos “ seguidos, que era su segunda muletilla, y
quince reojos al pasar que subió al instante la fría calefacción de la iglesia.
Una de sus más famosas preocupaciones en la misa dominical era que entre las dos
filas de bancos se dejara una gran fila vacía para que se pudiera llegar desde
la puerta principal al altar Mayor; así los que llegaban tarde no se
quedarían taponando la entrada y pasarían adelante; bueno pues alguna señora
rimbombante de aquella época casada con un famoso doctor-cirujano ,se quedó en
medio a un lado, con el piropo de “babosa” cambió de inmediato de lugar.
EL FAMOSO CUADRO DE LA PURÍSIMA
Cuando pasamos del Sagrado Corazón de la
Avenida de Mirat al Instituto Fray Luis de León ya nos íbamos familiarizando
con la ciudad y los ratos libres los pasábamos en el Gimnasio Universitario; allí jugábamos a la pelota a mano y veíamos entrenarse al torero de Zamora, Andrés Vázquez.
Era famosa la semana de ejercicios
espirituales que dirigía el Padre Marcos, una vocación tardía muy interesante
de aquella época.
¿Y a don Miguel? ¿No lo conocéis? Tenéis
que ir a misa a la Purísima a ver el cuadro de Ribera. La iglesia se llenaba y
la misa se paraba en el momento del sermón. Aparecía don Miguel, doblándose la
sotana al hombro y mirando de soslayo a los asistentes. Subía al púlpito y
empezaba a hablar muy bajito, muy bajito. De pronto subía el tono de voz y con
un gran vozarrón decía: “Y ahora que llega la primavera, muchachitas, ¡cuidado
con los escotes! Entre el señor obispo y yo le vamos a meter mano”.
Surgía la carcajada y seguía: “No
comprendéis que yo estoy entre la espada –y miraba a un lado, el barrio Chino,
y la pared”Y la verdad que don Miguel, que no le faltaban ocurrencias estaba por aquel entonces en un peligroso lugar
Los sermones domingueros de don Miguel
merecían la pena oírlos y allí que íbamos con la pandilla de amigos a ver
la iglesia abarrotada de gente y “¡Ojo con las salidas!-decía- que hay quienes vienen sólo por aprovechar la ocasión”EL CURA DE LA BIBLIOTECA UNIVERSITARIA
Le llamaban el Mona, pienso por su natural parecido. Nadie le conocía ni veía por ninguna parte. Pero si se te ocurriera al rellenar la ficha poner algún libro que estuviera en el Indice. Al ir a entregarte la ficha, los empleados te advertían que era preferible tener el permiso de tal autoridad eclesiástica. Blasco Ibañez no era aconsejable, don Miguel de Unamuno difícil de comprender, Don Pío Baroja era un poquillo anti-clerical,...
¡Mira, los Episodios Nacionales de Don Benito Pérez Galdós te vendrán muy bien para aprobar el Preu!
Pues, tiene usted razón... deme Platero y yo y todos tan amigos.
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