EL LAPICERO
No sabemos porque el lapicero se tiene
que llevar tantos elogios, cuando no es más que un simple mediador-eso sí muy
importante-. Seguro que hubiera alguien que le gustaría que nos detuviéramos a
hablar únicamente de él. De sus líneas tan atractivas, dureza o blandura de
minas, diferentes usos, de alegres rodajes deslizándose con suavidad de una
pendiente infantil realizada con una regla y una goma. Tendríamos que
detenernos más en su uso. En una ocasión escuchábamos a alguien que presumía de
saber leer y escribir a los seis años. Cuando le dijimos que mal cogía el
lapicero, la culpa a los maestros. Se aprende a cogerlo en la educación
infantil.
EL MÁS ALLÁ DEL LAPICERO
Pero el lapicero decíamos anteriormente
no es más que un simple mediador, como lo es el pizarrín, el clavo, el dedo, la
tijera, el martillo o el ratón de nuestro ordenador.
Hay algo más allá de estos grandes
mediadores y así no nos cabe en la cabeza como una persona que ve en un momento
determinado cualquier cosa es capaz, al cabo de un tiempo, de coger uno de esos
mediadores y trasladar perfectamente lo que ha visto a un objeto como pueda ser
un papel, una madera o el suelo de tierra. Con la mente ha llevado, ha
plasmado, ha transformado podríamos decir por arte de magia. Que no lo es, algo
de un lugar a otro con gran exactitud.
¿Qué poderes tiene la mente que en este
caso no es más que otra mediadora, para que se tengan facultades para poder
realizar eso? ¿Quién mueve en realidad la mano?
Lo siento por ti Lapicero, aunque te
tenga un gran aprecio.
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