viernes, 4 de enero de 2008
Oración poética al Cristo del Sudor (La Alberca)
No todos los Cristos son iguales.
Los hay más altos, más bajos,
más guapos, más feos,...
Pero para Cristo, Cristo, Cristo,
el Cristo de la Iglesia de mi pueblo.
Si no os habéis fijados en El.
Deteneos y contempladle un momento.
Os dirán que para que resalte el cuerpo
tiene los brazos. Un poquito más pequeños.
Eso hace que la talla, el conjunto,
sea de un Cristo. Todo un Cristo perfecto.
Brilla en sudor y duelen los hierros.
Esos clavos que se hincan hasta los huesos.
Su cabeza levemente inclinada
lleva el peso de la muerte. El horrendo
sufrimiento. Y un entrelazado atuendo
que no para la sangre derramada.
¿Quién te ha puesto ese brillo, esos cristales
que dan luz de vida a la misma muerte?
¿Quién ideó ese conjunto? de tal suerte
que el reflejo trae fuentes celestiales.
Y Tú, Cristo, que ni siquiera miras
-se me ha roto el verso, huérfano lamento-
perdonas sufriendo mientras expiras.
Pero si la Cruz sólo fue un momento
el tiempo en la misma es un infierno
como inmenso y salvaje el sufrimiento.
Quede esta imagen en lo más interno
y profundo de nuestro pensamiento,
de este Cristo tan Cristo y sempiterno.
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